Durante estas épocas, es común experimentar preocupaciones al no poder abordar todas las responsabilidades y asuntos materiales asociados con la temporada. Si nos detenemos a reflexionar, es posible darse cuenta de que estas son expectativas o ideales demasiado elevados que nosotros mismos nos imponemos. A menudo, creemos que estas demandas provienen de la familia, pero en realidad, muchas veces son complejidades mentales que generamos internamente y que nos afectan. Estas expectativas suelen tener raíces en la infancia, moldeadas por nuestra crianza. La frustración y la decepción emocional pueden surgir cuando estas expectativas no se cumplen, contribuyendo a la carga emocional de la temporada.

Al reflexionar sobre nuestra infancia, a menudo nos damos cuenta de que perseguimos recuerdos idealizados de momentos de nuestra infancia, de momentos idealizados que nosotros vivimos como “mágicos” o fáciles de realizar, lo que, al no cumplirse, puede generar una desilusión profunda, traduciéndose a veces en irritabilidad y reacciones menos tolerantes hacia los demás. Ya sea con la familia, la pareja o los hijos, son ellos quienes primero notan este desajuste emocional.

Es vital, en nuestro proceso terapéutico, dedicar tiempo para abordar estas inquietudes. Explorar los orígenes y recuerdos asociados puede brindarnos una mayor comprensión y ayudarnos a enfrentar las temporadas con más paz y resiliencia. Adquirimos herramientas valiosas para manejar no solo las demandas emocionales de estas temporadas, sino también las complejidades de las reuniones familiares, que a veces despiertan inseguridades.

Es sabido que en estas temporadas resurgen inquietudes con raíces inconscientes. Por ello, reservar un espacio para reflexionar nos permite enfrentar de manera efectiva las demandas emocionales que conllevan estas épocas del año. Encuentra la fortaleza interior necesaria para afrontar cada temporada con sabiduría y resiliencia. 

Mtro. Sahid García